jueves, 25 de abril de 2013

XXVIII. Aventura en Haedo III (Conociendo a Mechime)

Hoy domingo me desperté en un colchón ajeno. En el piso de la casa de Amanda. Con el despertador ajeno, también.

Eran las nueve de la mañana de un domingo. Estaba a una puerta de mi casa y a muchos kilómetros de mi hermana. No me pregunten por qué, pero extrañé a mi hermana al levantarme.

-¿Querés unos mates, gordita?-
-Dale, dale... me lavo la cara y arranco...-
-Dale... Cuando arranques, arrancás hasta la panadería y compramos medialunas? Tengo ganas de medialunas...-

Después del desayuno, le ayudé a acomodar las cosas a Amanda -que como es una fanática de la limpieza, digamos que no hice mucho- y me crucé de puerta, para estar un rato con Lola y porque Amanda tenía un chonguito que venía a almorzar, así que tampoco quería estar de chaperona... Ja.

Me senté mate en mano a mirar por la ventana, a leer o a intentar... Me imaginé que estaba en una playa, con vista al mar...


Pero lo que en realidad estaba viendo era esto:


Bueno, todo no se puede chicos. La chancha, los veinte y la máquina de hacer chorizos quería.

Después del almuerzo, dormí la bendita siesta santafesina y me desperté cuando Amanda me vino a buscar para ir a tomar unos mates a lo de Mechi.


A la primera mirada, su casa no me dijo nada. Pero la segunda mirada la di cuando abrió la puerta. Y vi quién era. Largué una carcajada al aire, ella me miró sin entender absolutamente nada e, irónicamente, le dije a Amanda "Ahora entiendo todo".

-¿Qué entendés?- me preguntó Mechi.
-Lo del nombre falso... No puedo creer que seas vos...-
-Pensá que si yo uso mi nombre no puedo ni salir a la esquina... Si ya no lo puedo hacer, imagináte visitar a mis amigos, o mantener una relación...- contestó riendo, y haciendo un ademán con las manos para que entráramos.

La casa es preciosa. No parece la de una celebridad, se nota que mantiene esas lindas costumbres de barrio.

-¿Preparo unos mates? ¡Veo que las facturas llegaron sin pedido!- preguntó ante mi mirada atónita. Y haciendo referencia a las facturas que compramos en el camino.

Pasamos al patio. Como había un lindo sol, nos fuimos a sentar a una especie de jardincito que tenía al fondo, al lado de una huertita casera. 

-Ahora viene la parte en que me pedís un autógrafo para poder contarle a tu familia que me conocés, no?- dijo riendo.
-¡Para nada! Mirá si voy a desaprovechar la oportunidad... Para mí serás Mechi de ahora en más...-
-Mejor, mejor... Me parece que nos vamos a llevar bien, eh.- dijo, pasándome un mate.

Amanda le comentó que vivíamos en el mismo edificio y que ambas éramos unas aventureras de la vida. La sorpresa que me llevé cuando empezó a contar que planeaba, una vez que termine su laburo, salir de vacaciones con sus hermanos y adentrarse en los pueblos del norte. Ahí vino cuando mi humor ácido no se podía quedar quieto y le hice una broma sobre su blancura y que no iba a pasar desapercibida como ella quería... Gracias a Dios lo entendió.

Las tres juntas reímos mucho, charlamos de un montón de temas, e hicimos cosas de minita. Como sacarle el cuero a los hombres y demás. 

Realmente me sentí muy cómoda. Y entendí por qué tenía que haberme levantado extrañando a mi hermana. Mechi era muy parecida a mi hermana, hasta utilizaban los mismos términos... Charlar con ella era como sentirme en casa.

Mechi me explicó que por su laburo no podía tener muchas actividades sociales, porque no tenía tiempo ni para depilarse. Digamos que, diplomáticamente, se disculpó de antemano por la futuras invitaciones a casa probablemente rechazadas y demás. Pero prometió irnos a visitar en cuanto se terminara - o mermara- toda la locura mediática.

Nos fuimos agradecidas por la hospitalidad y prometiendo, Amanda una vez más, no revelar la verdadera identidad de la sospechosa. Ja. Así que para ustedes, también se llamará Mechi, sin más. Hasta que ella lo autorice, muchachos.


Para Amanda era habitual todo esto. Pero para mí, todo se resumía en "Qué loco".

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