sábado, 6 de abril de 2013

XXI. El peso de las palabras.


Hoy me levanté algo así como cursi y enloquecida. Primero, me desperté como a las 7.30am., así como una señora mayor (esas que te duermen cuatro horitas y tienen los ojos como el dos de oro). Mientras puse la pava para mis mates mañaneros, me pegué una ducha y empecé mi mañana.

Se la re banca mi modem inalámbrico eh (que si me sponsoreara alguna empresa, les haría propaganda, claramente). Así que me puse a leer algunos diarios, para enterarme cómo seguía mi realidad circundante. Bueno, el país sigue como ayer, chicos. Y me enteré, ponéle como dato de repente, que Haedo cumple años como ciudad los 14 de noviembre.

Ah. Y todos -o la gran mayoría- siguen solidarizados con La Plata, el dólar sigue por las nubes y Marley va a conducir los Martín Fierro de este año. Me sentí Martín Pells por un momento…

-Toc, toc…puedo pasar?- dijo Amanda, al tiempo que abría la puerta.
-Sí, medio que ya estás adentro… (le dije mirándola cómplice) Buen día muchachita!-
-Quise pasar a saludarte antes de irme a trabajar… ¿Cómo estás hoy? -
-Mejor que ayer, recién despertando… ¿Querés un mate? (mientras le pasaba uno) Sí, hoy no tengo ningún plan importante, así que voy a desarmar la mochila y guardar las cosas… No conocés ningún ciber por acá para ir a imprimir curriculums?-
-Yo tampoco. Cuando venga del laburo vengo y me siento a mirarte acomodar…dale? Y no, la verdad que no vi ningún ciber...-
-Dale. Si a lo sumo no me encontrás, porque me piré y me fui a caminar, me llamás al celu y vengo…-
- Dale (devolviéndome el mate) Besito amiga. Chau, chau.-

Cuando Amanda se fue, me quedé con la última frase dando vueltitas en la cabeza.

¿Se podía llamar amiga a una persona que apenas conocías? O sea, sabía hasta lo que le gustaba hacer, su vida anterior, sus gustos actuales. Pero… ¿hace falta un tiempo prudencial para decir la palabra “amiga” en el medio de una relación?

Conociendo a Amanda, la palabra “amiga”, para que ella la dijera, tenía que pesar de alguna manera. Porque ella no suele decir algo que no siente. Y, encima, yo era igual para esas cosas. Soy de darle el peso necesario a las palabras. Jamás te voy a decir “te amo”, si alguna vez no estuve segura de que te amaba.


En fin, como soy una mujer de palabra, me piré y me fui a caminar. Al super chino. Para comprar algo para esperar a Amanda con mates y para cenar. Y ver la novela. Entre nos, no puedo entender cómo no la descubrí en Santa Fe. Los libros son geniales.

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