Cuando Tomás se fue, pensé en terminarles de contar todo
esto. Bien, empecemos por el principio.
Ayer subí en Retiro con miles de sensaciones encontradas.
Entre que casi pierdo el colectivo -y lo tuve que correr al grito de “¡Tengo un velorio, por favor, necesito
llegar a Santa Fe!”- y lo que me había costado dejar Haedo, cuando por fin
estaba sentada y acomodada en el micro, abrí mi libro -el que me había
acompañado todo el viaje- y eliminé unas pequeñas lagrimitas. No quiero decir “lloré a mares”, porque sería una
exageración, pero…”lloré una laguna”.
Necesitaba descargar tensiones por algún lado, supongo.
“Cuando
hagas una elección, olvida las otras alternativas. Quien sigue un camino y se
queda pensando en lo que perdió al dejar los otros, no llegará a ninguna
parte”…rezaba mi libro. Y yo lloraba con más fuerza…
No sé si les conté, pero cuando Candela me regaló este
libro yo estaba en una etapa de mi vida complicada…digamos que había dejado de
creer en la vida, en el amor, en las cosas básicamente. Y Cande viajó por
trabajo y me trajo de regalo este libro…
Una ternura total, no? Bueno, así es mi hermana.
Bueno, volviendo al punto. La primera parte de mi
aventura había llegado a su fin. Y yo tenía que empezar a decidir, a elegir qué
camino era el mejor.
-Ya
está, lo reservé- le dije a Tomás.
-¿Y
qué vas a hacer con éste departamento, gorda?-
-Fernanda
me ofreció alquilarlo…sabés?-
-¿Ferchi?
Mirá vos. ¡Qué bueno!-
-Sí,
bueno. Me va a depositar el alquiler para que yo pueda alquilar allá y
bueno…todo se va dando de a poco…- dije con un dejo de
nostalgia.
-Cuando
las cosas son así, entonces estás en el camino correcto…-
dijo Toi, cebándose un mate.
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